Impresión y la boina naranja de las ciudades

Últimamente se ha oído y leído mucho sobre los episodios de alta contaminación normalmente asociados a las comúnmente llamadas boina naranja o “setas” que se forman en las grandes ciudades. Son especialmente famosos los ocurridos durante 2016 en el núcleo urbano de la Comunidad de Madrid, y casi lo es más el protocolo anticontaminación que se activa para minimizar sus efectos, algo nuevo para los madrileños, pero ya conocido en otras ciudades europeas como Milán,  Londres o Lyon.

Pero… ¿Tiene algo que ver la impresión con la contaminación atmosférica? ¿Y con la boina naranja? Podríamos decir que sí, pero de una forma indirecta.

La boina naranja está formada en gran parte por Óxidos de nitrógeno, NOx, que llegan a la atmosfera principalmente desde los tubos de escape de los motores diésel. En 2013, en España, un 37% de los Óxidos de nitrógeno se asociaban con el transporte por carretera, seguidos por la producción de energía y los procesos industriales con un 20% y un 18% respectivamente.

Los Óxidos de nitrógeno, una vez liberados al aire (en gran parte por los procesos de combustión),  forman, a través de reacciones fotoquímicas, contaminantes secundarios, como el PAN o nitrato de peroxiacetilo y el ozono ambiental o el O3, ambos tóxicos, y que constituyen el esmog fotoquímico, o “boina” de color marrón-anaranjado.

Los procesos de impresión convencional no requieren de equipos que generen la emisión directa de NOx, salvo en algunos casos, en los que se dispone de incineradores para tratar los gases de proceso, como por ejemplo, en el Offset Heatset, o de calderas de potencia considerable, ya sea para calefacción o procesos de secado o atemperado.

Sin embargo, los procesos de impresión sí llevan asociada la emisión de compuestos orgánicos volátiles, conocidos como COV. Los COV se emiten a la atmósfera cuando hacemos uso de productos como el Alcohol isopropílico, los limpiadores de cauchos y mantillas, las piletas de lavado de rodillos con limpiadores orgánicos, e incluso tintas en base disolvente orgánico que requieren de la evaporación del disolvente para fijarse al sustrato de impresión.

Los COV, una vez en la atmosfera, reaccionan con compuestos químicos como el radical hidroxilo (OH), presentes en la atmosfera, dando lugar a través de complejas reacciones químicas a la formación de Ozono (O3) y otros integrantes del esmog fotoquímico.

Está en nuestra mano minimizar u optimizar el uso de este tipo de productos, ya sea sustituyéndolos por alternativas en base “no solvente” o reduciendo su consumo, con lo que conseguiríamos reducir uno de los impactos ambientales más importantes de la impresión, y de forma secundaria, contribuir a mejorar el aire de nuestras ciudades.

Autor: Sergio Ródenas, colaborador Asesoría Medioambiente neobis