Prevenir o asegurar los fraudes comerciales es posible

Para prevenir, hay que saber en primer lugar que el engaño es, si no consustancial al ser humano, al menos, casi tan antiguo como la vida misma.

Dejando a un lado las referencias al fraude que podemos encontrar en algunos de los libros más antiguos de la Biblia, escritos hace miles de años, parece que el antiguo caballo de Troya, del que hace tantos siglos nos habló Homero en su Odisea, acuciado por la prisa y la inmediatez de nuestro mundo, ha pasado a denominarse, simplemente, “troyano”; y que los actuales aqueos se valen de la premura que acompaña a los modernos sistemas de comunicación para cometer alguno de sus fraudes.

La suplantación de identidad es uno de los métodos más utilizados para cometer fraudes en las relaciones comerciales entre empresas.

En el timo del nazareno, el estafador utiliza como fachada una empresa solvente, sin un deficiente historial de pagos, detrás de la cual hay unos testaferros insolventes “de paja”, a los cuales, llegado el momento, será inútil exigir responsabilidad alguna.

Mención especial requieren los delitos informáticos. En ocasiones, mediante el hackeo de los sistemas informáticos de un comprador, los estafadores intentan que el pago de una transacción comercial se realice a una cuenta bancaria que no pertenece al vendedor o acreedor legítimo sino al suplantador. Esta modalidad de fraude la pueden realizar, incluso, violando el correo electrónico entre el comprador y el vendedor.

Otro crimen informático utilizado es el conocido como “phishing”, mediante el cual, el estafador, denominado “phisher”, intenta conseguir de los usuarios legítimos información confidencial (por ejemplo, datos bancarios, contraseñas, etc.) mediante medios telemáticos.

En este punto, cabe preguntarnos qué podemos hacer para protegernos de los efectos de las situaciones descritas en los párrafos anteriores. En primer lugar, es muy importante destacar que prevenir es la mejor arma para luchar contra el fraude, ya que los impagos derivados del mismo no están amparados por las coberturas de los seguros de crédito.

Otra recomendación que cabría resaltar es la verificación y confirmación de los pedidos a través de canales alternativos, como, por ejemplo, mediante una llamada telefónica. También es fundamental la cautela en la tramitación de los pedidos urgentes, pues un gran número de fraudes están relacionados con pedidos apresurados con cortos plazos de entrega. La precaución, de igual modo, parece una buena sugerencia en aquellas operaciones atípicas en las que el transporte corre por cuenta del comprador, o en operaciones triangulares en las que la entrega se realiza en un destino ajeno a las instalaciones del comprador. En los sistemas de fraude más sofisticados como el “phishing” es fundamental prestar una atención especial a la dirección completa (“url”) de la web para evitar caer en el engaño. Ciertas contingencias pueden reducirse mediante la contratación de un seguro de riesgos cibernéticos.

Llegado el momento del impago, en el que la empresa vendedora descubre la estafa, es primordial actuar rápidamente denunciando el engaño sufrido. En muchos casos, hay otras víctimas, y contar con un seguro de crédito puede ayudar a detectar con celeridad que se trata de una estafa, pues la aseguradora dispone de información de muchos asegurados la cual puede ayudar a corroborar el hecho delictivo, para, de este modo, actuar con prontitud y no reducir la probabilidad de detención de los culpables.

Es indudable que los métodos utilizados para el engaño continuarán cambiando y evolucionando al unísono con los avances tecnológicos; y al igual que la madera del caballo ha sido reemplazada por bits de datos, parece que éstos serán sustituidos, o utilizados de diferente modo, con fines fraudulentos, en tanto no se produzca una transformación de los valores, por otra parte, tan deseable en tantos ámbitos de nuestro entorno.

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José Mª Salas Rey, socio de ACrediT Broker correduría de seguros