¿El fin del motor de combustión?

Si hace 5 años nos hubieran dicho que las marcas de coches iban a utilizar como reclamo, en vez de cosas como “siente la libertad” o “diseño francés con alma alemana”, lemas como “Con etiqueta ECO” y “Con acceso libre a la ciudad” habría sido difícil creérselo. Ya que las iniciativas para una movilidad alternativa al motor de combustión en España, eran cuanto menos escasas, sobre todo si lo comparamos con otros países donde por aquel entonces ver un coche enchufado en plena calle ya no generaba sorpresa a los transeúntes

Pero aquí estamos, en 2019, en España hablando del fin del diésel y de la gasolina en los telediarios mientras que Japón, desde 1999 país enemigo del diésel por antonomasia, ahora los promueve como vehículos de bajo consumo, y por tanto, bajas emisiones de CO2.

Mucho se ha vertido sobre los coches “convencionales” en los últimos meses, y con el reciente anuncio de prohibición del coche de combustión en 2050, no se ha hecho más que avivar el fuego y provocar dudas en los conductores.

¿Estamos realmente ante el fin del coche de combustión? ¿No hay salida posible para esta tecnología más allá de desaparecer lo antes posible? ¿No hay una manera de realizar una transición gradual a la movilidad alternativa? Depende, principalmente de nuestros legisladores y de la inversión de los fabricantes en sistemas de contención de emisiones.

Una de estas opciones ya está operativa fuera de la UE desde hace más de una década y otras son proyectos que podrían poner al coche de combustión por delante incluso del coche eléctrico como arma contra el cambio climático, aunque evidentemente, será muy difícil que un coche de combustión pueda competir con uno puramente eléctrico a la hora de comparar emisiones a nivel local.

Por un lado tenemos a los PZEVs, una solución de transición aplicada en California desde hace tiempo. Son vehículos de gasolina cuyo acrónimo significa 'Partial Zero Emissions Vehicle', esto es, vehículos parcialmente cero emisiones. Este parcialmente cero emisiones se traduce en que un modelo PZEV emitiría un 90% menos de emisiones que su contrapartida convencional y en que deben mantener funcionales los sistemas que le permiten hacerlo durante al menos 15 años. Básicamente estaríamos hablando de vehículos que desde 2004 ya estarían por debajo de los limites de la norma más reciente de homologación europea, la Euro 6 de 2015. Además, pese a ser gasolina, deben equipar filtros de partículas (como ya es obligatorio en los diésel desde hace tiempo) y requieren una mayor estanqueidad del sistema de almacenamiento y suministro de combustible para evitar fugas de gases procedentes del motor o deposito al dejarlos estacionados.

Por el lado de los diésel, muchos conocerán ya el sistema SCR que funciona con un líquido llamado AdBlue®, que tiene sus propios surtidores en algunas gasolineras. Para el que le resulte desconocido, es un sistema utilizado por ciertas marcas para neutralizar las emisiones de NOx basado en la urea, un derivado del amoniaco y reducir la contribución de esos vehículos al smog fotoquímico, la boina naranja de la que hemos hablado en otros artículos y que ha situado al diésel en el ojo del huracán. El problema de este sistema radica en que cuando los gases no tienen suficiente temperatura,  no funciona bien y es mucho más efectivo en carretera que por ejemplo en trayectos cortos urbanos en los que el coche no ha cogido temperatura. Para superar este problema, la Universidad de Loughborough, en Reino Unido, ha desarrollado una que sería capaz de separar el nitrógeno y el oxígeno también mediante el uso de amoniaco, solo que este sistema sí funcionaria cuando el AdBlue no puede. Por otro lado, la multinacional Bosch asegura disponer de una tecnología que también funcionaría en cualquier régimen de uso, y ésta se basaría en nuevos inyectores y un sistema optimizado de la entrada de aire al motor que permitiría operar en uso real a un diésel emitiendo por debajo de 40mg de NOx, cuando el futuro límite para el año 2020 es 120mg.

Y al nivel de los combustibles, una empresa canadiense ha desarrollado una tecnología de captación y posterior regeneración de CO2 procedente de aire atmosférico que se usaría para la síntesis de hidrocarburos mediante una reacción termo-catalítica, en resumidas cuentas, hacer gasolina del aire. El resultado ambiental de este combustible sería, simplificándolo mucho, a usar una caldera de biomasa.

Autor: Sergio Ródenas, colaborador Consultoría Medioambiente neobis